Asisten: Fernando, Anselmo, Paco,
Pedro, Héctor, Juan Miguel y José Manuel. ¡Ahhh no! Juanmi no, y luego nos
encontramos con Ángel.
Ruta: Doña Brígida, Florida de
Liébana, Parada de Arriba, Pino de Tormes, Florida otra vez, Papelera…
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“guasapeados” se fijó la “quedada” en la glorieta del Camino de las Aguas a las
9:45. Como la ruta no se había establecido previamente y al “Capi” no le
convencía el trayecto, decidió abandonar la disciplina del grupo y marchó sin
dejar “nota”.
El resto decidimos seguir a Anselmo que nos hizo cabalgar “contra viento y marea” durante un buen puñado de kilómetros, eso sí, por asfalto. Y es que la mañana amenazaba con chaparrón, pero poco, y además el sábado también había caído.
Llegados a Florida decidimos ir
en dirección a Parada de Arriba que, haciendo honor a su apellido, endurece más
la marcha, siempre en cuesta y con el viento racheado castigando. Así que al
llegar, nosotros decidimos hacer honor también al nombre, e hicimos una
“paradita” para comer esas galletitas que siempre llevamos y alguna pastilla de
chocolate por gentileza de Anselmo.
Había que seguir, ahora con dirección
a Zarapicos y con el viento azuzando. Llegados al cruce con la finca de
Zaratán, Fernando propone hacerle una visita a la “Vieja Encina”. Hicimos
alguna foto de todo el grupo: Fernando,
Anselmo, Paco, Pedro, Héctor, José Manuel y Juan Miguel (que estaba en espíritu
y además no había vuelto a contravenir ninguna decisión en la ruta).
Como la carretera era aburrida,
el “Pájaro Ibérico” despertó de su letargo nada más “oler” la frescura del
camino y así, abducido por la belleza del entorno, se sumergió en su hábitat
natural en busca de aventura. Fueron pocos los kilómetros, pero memorables,
atravesando charcos y barrizales, con el ya habitual incidente canino. Y es que
en una zona de caserones, varios “canelos” nos saludaron efusivamente, bajo la
atenta vigilancia de “El Consigliere”, un pastor alemán negruzco y callado, que
enseguida distinguió a nuestro “router” Fernando y con el cual negoció
pacíficamente nuestra servidumbre de paso.
Después del incidente quisimos
acercarnos a la orilla del río, haciendo amistad con un simpático “mastín”, pero
tras indagar buscando la existencia de algún puente cercano que nos permitiera
atravesar al otro margen, finalmente decidimos desistir del intento y tomar la
carretera hacia Pino de Tormes para regresar de nuevo por Florida, donde se nos
apareció un “Ángel” (nuestro compañero de grupo, que deambulaba por la
carretera tras los abusos de la “carnavalera” noche del sábado).
Había que añadir una guinda a
nuestro fabuloso postre, que no fue otra que la cuesta de la Papelera. No sé
que tiene esta cuesta, de tanto subirla parece que hemos ido hundiendo el
terreno y cada vez parece más “blandita”.
Algunos aprovechamos para
terminar con un lavado de “galgas”, y a comer.
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