“Disminuye
el deseo de todas las cosas cuando la ocasión es demasiado fácil.” Ruta de los tres
¡Uffff! Última de abono de 2011. Habíamos pedido a Fernando ruta cómoda, para
poder despedir el año cada uno con los suyos como mandan los cánones.
Así, estábamos convocados a las 10:15 en la gasolinera de Calzada de Medina. Mañana soleada con escaso viento, pero fría. No obstante, buenas sensaciones para la bici. Asistentes: Fernando, Juan Miguel, Paco Sánchez, Paco Martín y un servidor (José Manuel). Ausente Alex por motivos laborales más que justificados.
Comenzamos la ruta por la Calzada, pero cruzando el puente a la derecha para después tomar el camino de la izquierda que nos enfila hacia Cabrerizos. Como este primer tramo es cómodo, ni tan siquiera calentamos músculos, pero el ritmo empieza a ser alto. Así que en un “abrir y cerrar de ojos” estamos en Cabrerizos cuyo casco tocamos sólo por la parte alta, pues enseguida giramos a la izquierda cogiendo el camino de Moriscos.
Por delante otro grupo de ciclistas que se desvían a la derecha, nosotros seguimos de frente para comenzar el ascenso al punto geodésico más elevado de la jornada. No entrañaba gran dificultad, a priori, pero “alguien” se encargó de que aquello pareciese una lucha contra el crono, marcando un ritmo fortísimo que ahora ya sí, hizo mella en los músculos de nuestras piernas. Primer ¡Uffff!
En fin, kilómetro 8 y Paco Martín tiene que trepar al punto geodésico: primeras fotos. Continuamos para afrontar el “maravilloso” descenso hasta Moriscos. Me lanzo ¡a tumba abierta! emulando a Ángel en la ruta de El Bodón. Atravesamos Moriscos y cogemos el camino que lleva directo hasta Pitiegua. El ritmo era demoledor. No sé si pensábamos en la frase que abre la crónica y para que no disminuya nuestro deseo de bici había que complicar las cosas. En algún momento pensé que alguno de mis compañeros de viaje creía que las uvas se tomaban a las doce del mediodía…
El caso es que sin darnos cuenta estábamos casi en Pitiegua, aunque no había que llegar. Unos kilómetros antes giramos a derecha con dirección a Cabezabellosa de la Calzada. A lo lejos vemos y oímos ladrar a una banda de perros, pero Fernando nos asegura que están tras el alambre que cerca la finca. Nos acercamos y un “perro lobo negro” sale del cerco a recibirnos. Fernando le enseña las “acreditaciones” y el canelo nos abre paso sin problemas. Unos metros más adelante “un mastín” de grandes dimensiones con “el miembro” escayolado vigila nuestro paso sin consecuencias. Segundo ¡Uffff!
Llegamos a Cabezabellosa de la Calzada. Dicen que su nombre deriva de “Cabeza” como cabezo o cerro alto porque se encuentra entre dos colinas. Lo de “vellosa” parece derivar de la antigua vegetación de la zona. Tras cruzar el municipio subimos con el ritmo del día a uno de los cerros que le dan nombre. Tercer ¡Uffff! En el alto fotos y repostaje de líquidos, para acometer otro bonito descenso que nos mete directamente en el casco urbano de Aldearrubia.
Cruzamos en dirección a la carretera, pero justo antes de llegar giramos a la derecha por uno de los llamados “caminos de las lluvias” (cruzar por ellos en verano supone continuos chapuzones de los aspersores que riegan los huertos). Seguimos a un ritmo fuerte y la dificultad crece por la arena pesada del camino. Menos mal que enseguida llegamos a Aldealengua. Enfilamos por la orilla del río y tras una pequeña pausa para fotos junto al “Arenal del Ángel” terminamos la ruta por la estrecha, pero preciosa vereda junto al río que desemboca en la Aldehuela.
Como todavía falta para las uvas, decidimos maquillar a las máquinas en el lavadero de la gasolinera. Han de ponerse “coquetas” para el fin de año. Además las premiamos con unas “gotitas de aceite” ya en su refugio.
¡FELIZ AÑO NUEVO! A todos los que nos seguís. No os preocupéis, que en breve comienzan las rutas y crónicas de 2012. ¡SEGURO QUE SERÁ MARAVILLOSO!