domingo, 26 de febrero de 2012

CASTILLO DEL BUEN AMOR



Hubo quien dijo que “La velocidad no es una sensación, es un estilo de vida”. Aitor Senna dijo que “Si todo está bajo control, es que no vas lo suficientemente rápido”. Y es que hoy hemos corrido mucho, pero mucho, mucho...

Había despertado mucha curiosidad en mí la ruta del Castillo del Buen Amor y lo cierto es que se cubrieron en gran parte las buenas expectativas que tenía. Por fin de nuevo el grupo “La Pájara” íntegro tras las intermitentes ausencias de unos y otros durante el invierno. Los seis integrantes estábamos citados a las 10:45 junto al edificio de Cruz Roja. Hubo bastante puntualidad y eso que “El Sánchez” había estado “de marchita” hasta las cinco de la mañana.

Comenzamos la ruta como muchas veces, por carretera hasta cruzar el Helmántico y coger la antigua N630 para enseguida salir a la izquierda tomando el camino que entra en Aldeaseca. La mañana invita, soleada y con una temperatura ideal para la bici. Cruzamos el pueblo y afrontamos el camino, primero en llano y luego con un descenso vertiginoso del que disfrutamos en primera línea Fernando y yo. Después una pequeña subida nos mete, casi sin enterarnos, en Castellanos de Villiquera.

Seguimos por el camino de la ruta de la plata, paralelo a la N630 y en un “abrir y cerrar de ojos” nos ponemos en Calzada de Valdunciel, y es que ¡Llevamos un ritmo esta mañana! Bueno, aquí nadie sabe qué calle tomar y la “Junta del Estado Mayor del Grupo” tarda en encontrar una calle “con salida”. A la salida del pueblo paramos junto a la Fuente Buena, una fuente romana recientemente reconstruida, cubierta con bóveda de cañón y un vestigio funerario romano colocado en el pretil representando una figura femenina con un vaso en la mano izquierda ¡Ya echábamos de menos al Martín trepando a objetos! Aprovechamos para hacer fotos y empezar a beber, que hoy el día ya pide líquidos en abundancia.

Hay que seguir y cuanto antes abandonar la carretera. Fernando deja tirar “al Capi” delante para ver si se equivoca, pero éste ya está curtido en mil batallas y gira presto a la izquierda tomando el camino que sigue ahora paralelo a la N630 pero por la derecha. Esta es la parte que más me gustó de la ruta de hoy, el camino se interna en el arbolado y nos ofrece bonitas vistas. Una pena la sequía del terreno y algunas trampas de arena en el firme. Aprovechamos para hacer más fotos.

Volvemos al terreno pelado y cruzamos la autovía por debajo para coger otro camino paralelo pero esta vez, feo, pedregoso y de continuos toboganes. ¡La madre que lo parió! Qué trozo de camino más feo. Menos mal que ya se acaba, volvemos a cruzar la carretera girando a la derecha y afrontamos dos kilómetros de carretera estrecha que desembocan a la entrada del castillo. Cómo vamos detrás de un descapotable nos colamos por la puerta corredera y llegamos hasta la misma entrada. Más fotos, y del grupo en pleno, bebemos, comemos y un “ratito” de relax, en el que el Martín trata de entablar relaciones con un individuo de color. ¡En fin! En nada se parecería esta pareja a la formada por aquel obispo de Ávila, Don Alonso Ulloa de Fonseca Quijada y su amante Doña Teresa de Las Cuevas que hicieron de este bello paraje su nido de amor tras mandar el primero reconstruir un castillo anterior ubicado en estos terrenos del lugar conocido como Villanueva de Cañedo, en el término municipal de Topas.  

Parece que se nos hace tarde y decidimos volver por carretera; con tanto relax. A Alex le entran las prisas y se pone en cabeza del grupo tirando fuerte. Fernando le da relevos largos y más fuertes. El Sánchez “entra al trapo” y también releva (¡Y éste estuvo de marcha hasta las tantas por la noche! ¡Qué bárbaro!). Yo no voy a ser menos y me meto “en la pomada”. A todo esto sin enterarnos estamos en Calzada y al poco subimos la cuesta que precede a Aldeaseca, y en nada en el Helmántico y subimos la última rampa (yo con plato grande) y arriba esperamos al Martín que viene como el antiguo tren de Medina, al que se le cruzó dos veces en la vía el mismo burro. Sí, cuentan que se paró el tren y un pasajero preguntó al revisor ¿Por qué nos paramos? Y éste respondió: - Nada, que se ha cruzado un burro en la vía. Al poco echó el tren a andar y a la media hora se vuelve a parar. Aquel vuelve a preguntar al revisor - ¿Qué? ¿Otro burro en la vía? Y el otro contesta: -No señor, ¡Es el mismo!

Bueno. Llegada, despedida y ¡Hasta otra! Qué esta ha sido buena.
















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